El
fenómeno en crecimiento de los jóvenes que no trabajan ni estudian. La familia,
el sistema educativo, la pobreza y el desempleo son algunos de los factores
determinantes.
En nuestro país, existen
alrededor de 1,5 millones de jóvenes entre 17 y 30 años que no estudian ni
trabajan, lo que genera una situación crítica para el futuro del país y no
ayuda a satisfacer la demanda laboral.
No tienen problemas para
realizar tareas, pero les cuesta sostener
la rutina del trabajo. Para ellos lo difícil no
es entender qué hacer, sino ir a trabajar todos los días ocho horas, muchas
veces en condiciones precarias y sin cumplimiento pleno de los derechos
laborales, también en parte porque muchos no han visto trabajar ni a sus padres
ni a sus abuelos.
Son muy pocos los jóvenes que “nunca”
estudian ni trabajan. En la
mayoría de los casos entran y salen: están un tiempo en la escuela,
no logran sostenerse y se quedan afuera o enganchan un trabajo con mucha
dificultad que, generalmente, no termina de darles continuidad, ya que en
muchos casos se realizan mediante la modalidad de contrato sin papeles.
El hacinamiento y las adicciones aumentan
los problemas: un ciclo frecuente es el de un chico que, hacinado en su casa, se va a la esquina porque hay más lugar y
mejores condiciones. Ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y
luego se endeuda. Allí es donde se le acerca alguien a ofrecerle cualquier
alternativa para cancelar esa deuda. Esta es una realidad de la que muchos son
víctimas y se completa con una creciente estigmatización que los identifica
como culpables de la inseguridad.
La situación se agudiza en las
clases sociales más marginales, pero el problema no distingue clases, aquellos
que tienen acceso a la educación superior no siempre aprovechan esta ventaja.
La antropóloga María Cristina
Bianchetti habla de la falta de proyectos de los jóvenes como el resultado de
núcleos familiares disfuncionales. La tendencia, así, es la de satisfacer las
necesidades más básicas, resignando, inconscientemente, sus ambiciones.
Parte de esta situación se explica en
el quiebre que sufrió en el imaginario social la idea
de progreso, en la que el esfuerzo ofrecía la recompensa del ascenso
social. Actualmente esta proyección se ha desvanecido y en su lugar crece la
filosofía individualista del neoliberalismo.
Los datos
concluyen con que 550 mil adolescentes de entre 14 y 18 años abandonaron la
secundaria. Entre los motivos figura que “la escuela no sirve para nada”. En
cuanto al campo laboral, no se insertan por desidia, aunque también porque no
tienen posibilidad, capacidad o suerte para hacerlo. Tomemos una ley básica de
mercado: para que haya demanda tiene que haber oferta, y sabemos que, desde
hace años en nuestro país, las ofertas de trabajo escasean.
Es entonces
que cabe preguntarnos, ¿Existen condiciones laborales para la inclusión plena
de la sociedad? Es fundamental para el desarrollo de las personas poder
desarrollarse como individuos dentro de la comunidad, tarea que debería ser
motivado desde los organismos públicos y de la voluntad de cada uno de
nosotros.
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